
“¿Por qué?” tronó el monje, “¡Usted ha dicho que están obligados a vender la pieza si alguien quiere comprarla! ¡Y en este caso no hay excepción…!” El alfarero, con la pieza en la mano, dijo: “Bozo-chan, este cuenco no entra en el negocio, porque lo compré. Yo estaba en una galería en Tokio y reconocí la pieza. La quería tanto que la compré por el precio total, así que soy el dueño además del fabricante. Así que lo siento”, e hizo una profunda reverencia.
Puedes leer la versión original, en inglés, de este cuento en la web de Wali Hawes: http://claygun.blogspot.com

