François Ruegg

by Infocerámica
François Ruegg

Pieza de cerámica de François Ruegg

Contra la naturaleza muerta

Mirar a las obras de  François Ruegg, atreverse a comentar conlleva el riesgo de perderse entre los antagonistas del desciframiento, de quedarse atrapado entre las posibles lecturas, es someter a una prueba muy dura nuestras necesidades de certeza y de poner en duda nuestras convenciones visuales.

Desde el principio, hay que destacar y aceptar, que en sus trabajos  hay algo sumamente irritante, perturbador; si este aspecto es una parte integrante de su conducta,  sus obras recientes lo intensifican voluntariamente.

Si intentamos describirlo, sin caer en la exhaustividad –las palabras son tan solo signos que se ponen en el lugar de la realidad pero que no pueden substituirla –,  ni en la objetividad – cada descripción está allí y envuelve a quién lo ha hecho [1] –. François Ruegg crea objetos tridimensionales en cerámica, de tamaño reducido, que se caracterizan por su redondez y pliegues sobre superficies lisas, mates o brillantes. A veces están atravesadas por grietas, agujeros, cortes, que desvelan la intensa policromía interna de los volúmenes, – naranja,  amarillo, rojo, verde–   los cuales  contrastan con la envoltura externa de color blanco, negro, dorado o metal.

Esto es lo que se ve.  Esta apariencia de hoyos, baches, ranuras, pliegues y ondas elude cualquier definición rigurosa.  Elude una lectura formal puramente plástica a través de un afloramiento visual tan fuertemente referenciado,  que nos lleva hasta la tentación icónica e impulsa el reconocimiento y denominación de lo que las formas parecen reproducir.

Antes de ceder a esta tentación, conviene pararse a reflexionar sobre el título de la serie, contra la naturaleza muerta: esto es sin duda alguna un verdadero manifiesto del artista.  Incorpora con fuerza la recepción de las obras, sin embargo no de una manera unilateral, sino interpretando posibles significados en torno a la expresión «contra la naturaleza» o al significado de «naturaleza muerta».  Las diferentes interpretaciones que permiten estas tres palabras obligan a variar la percepción de las obras, a oscilar entre la búsqueda de analogía con una naturaleza muerta enfatizando el concepto ” moralizador” de contra la naturaleza.  Si la naturaleza muerta se refiere a un conocimiento existente que recuerda las representaciones de la fruta y las verduras transmitidas a lo largo de siglos por la historia de la pintura o por los trampantojos de la cerámica, la expresión contra la naturaleza se aleja de un territorio visual para buscar la moralidad y los prejuicios en relación a lo que es, precisamente contra la naturaleza, con la connotación sexual a la que naturalmente (¡) parece imponerse.

Este provocativo título, que induce voluntariamente a los cambios semánticos y reta así a nuestros ojos y a nuestro pensamiento, deja intuir el proceso llevado a cabo por François Ruegg. Cada pieza de la serie resulta de la disposición de melones y berenjenas, elegidos cuidadosamente por su ambigüedad formal evocativa, y después envueltos en una hoja de plástico estirada al máximo. Esta envoltura tapa con un velo la naturaleza muerta, crea una alteración y desvela otras formas posibles contra la naturaleza, cuya forma corroborará. El marcado directo realzado por la forma atestigua la reproducción idéntica del referente, sin interpretar mentalmente el modelo. Las cerámicas resultantes, fragmentos que rompen con la realidad, se reafirman entonces en su estado de trazos capturados en formas naturales. François Ruegg, con humor y pertinencia, sabe cómo jugar con la idea de mimetismo indisociable en el proceso de grabado, y con la tentación icónica resultante. Sus objetos son intencionadamente capaces de ser leídos ambiguamente dependiendo de su proximidad visual con un doble referente; su evidencia formal, permite mediante la captación directa, garantizar el vínculo con la realidad, mientras la naturaleza real (¿la verdad?) permanece sin embargo abierta a la duda. Estas cerámicas se parecen tanto a los melones y las berenjenas envasadas como a genitales unidos en una materia suave y sensual.

El aspecto táctil de los volúmenes –negro para evocar el universo de látex y cuero, metálico para escapar de nuestra expectativa de porcelana blanca y reforzar la artificialidad de la ficción, o mate, suave y brillante, para aumentar el deseo de tocar, acariciar, sentir la lascivia –, se suma a la dualidad de la percepción. En lo que a las aberturas y cortes se refiere, se turnan estableciendo una relación visual puramente plástica entre las caras interiores y exteriores de la forma o, atrayendo nuestra mirada con su inquieto parecido, se presentan a sí mismos como magulladuras reales o dilataciones rojas de sensualidad y erotismo.

François Ruegg usa alegorías intencionadamente para dar color a la presencia figurativa de los objetos de sus alusiones complejas. Juega con nuestras expectativas, estereotipos, nos empuja a extraños pensamientos, nos confunde deliberadamente, reta a nuestros puntos de referencia, y confunde nuestras percepciones. Provoca, desestabiliza, se entrega parcialmente, cede algunas claves al entendimiento…

La tarea de apoderarse de los objetos y aceptar el perderse (un poco) en el laberinto de las sugerencias formales lo deja en manos del espectador.

 

Myriam Poiatti, historiadora y crítica de arte, conferenciante en HEAD-Ginebra, junio 2011.

 


[1] Yves Michaud, L’art à l’état gazeux, Librairie Arthème Fayard/Pluriel 2011 (1er 2003), p. 22

 

François Ruegg

François Ruegg vive y trabaja en la localidad suiza de Yverdon-les-Bains, además de cerámica también hace creaciones de vídeoarte y fotografía. Puede verse su trayectoria y acceder a galerías fotográficas en su página web: www.ceramicdesign.ch

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