Desde el graffiti hasta la cerámica, Mon Colonel & Spit han expandido su práctica artística hacia un terreno donde la tradición y la cultura urbana se encuentran. Su trabajo revela un interés por la memoria, el rito y el objeto cotidiano, en instalaciones que no olvidan el humor como elemento de la expresión artística crítica y poética
Mon Colonel & Spit: la cerámica como territorio de libertad
Texto de Wladimir Vivas sobre el material enviado por los artistas
El dúo artístico belga formado por Éric Bassleer (Mon Colonel, Liège, 1974) y Thomas Stiernon (Spit, Liège, 1977) comenzó en los años noventa en el terreno del graffiti, integrados en el colectivo urbano The ERS. Tras la disolución del grupo en 2007, ambos consolidaron una alianza creativa que pronto se expandió hacia múltiples medios —dibujo, pintura, instalación y, de forma decisiva, la cerámica—, transformando su lenguaje plástico en una cartografía vibrante de referencias a la cultura popular, la historieta, el arte bruto y la iconografía urbana.
El punto de inflexión llegó en 2015, cuando obtuvieron el Premio de la Comisión de Artes de Valonia con una serie de vasijas de barro esmaltado, cubiertas de dibujos y textos que trasladaban el gesto gráfico del papel a la tridimensionalidad de la arcilla. A partir de entonces, la cerámica se convirtió en el núcleo de su práctica. Formados con los ceramistas Dominique Matagne y Gillette Fosty, desarrollaron una aproximación que, aunque enraizada en técnicas tradicionales, está marcada por la ironía, la irreverencia y un constante pulso con la cultura visual contemporánea.
Su instalación “Show non merci” (MIMA, Bruselas, 2017) consolidó este giro. Desde entonces, Mon Colonel & Spit han producido conjuntos escultóricos que oscilan entre lo carnavalesco y lo ritual, lo humorístico y lo inquietante. En series como Face to Face (Galerie Slika, Lyon, 2022) o Chantecler (Alice Gallery, Bruselas, 2022), los artistas han desplegado centenares de máscaras en gres esmaltado: rostros que evocan desde el cómic y la animación hasta los ídolos primitivos o los objetos apotropaicos. Se trata de un juego de pareidolias compartidas: uno modela una forma, el otro la transforma, y juntos dejan que el azar del esmalte y la cocción cierre el proceso creativo.
Más allá del humor gráfico y del guiño pop, sus obras remiten a una arqueología imaginaria donde conviven referencias etnográficas, ecos del primitivismo, del expresionismo y de la cultura post-graffiti. Críticos como Pierre Henrion han subrayado la ambivalencia de estas cabezas: ¿son máscaras festivas o trofeos macabros?, ¿figuras de fantasía o reliquias de un culto perdido? Precisamente en esa tensión radica la potencia poética de su universo.
El dúo ha llevado su imaginario cerámico a escenarios diversos, desde la residencia en el Atelier Pierre Culot —donde reinterpretaron el célebre Vase Citroën con un centenar de piezas experimentales— hasta instalaciones en el espacio público, como la franja de cuarenta piezas de gres en la fachada de Charleroi para la Triennale d’Art Public (2017). También han dialogado con la cultura de masas en proyectos como Plein Pots (París, 2019), donde cascos de astronautas y pilotos de Fórmula 1 se transforman en reliquias humorísticas de un imaginario colectivo.
Hoy, tras casi dos décadas de colaboración, Mon Colonel & Spit se han consolidado como una de las voces más singulares de la cerámica europea contemporánea. Su obra combina desenfado y rigor técnico, memoria y presente, tradición y cultura pop, en un corpus que invita a reír, desconfiar y, sobre todo, mirar de nuevo la cerámica como un espacio radical de libertad.
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