Velimir Vukicevic es, probablemente, el ceramista serbio con mayor proyección internacional, ha ganado gran cantidad de premios en los principales concursos de todo el mundo y su presencia es continua en eventos cerámicos. Tenemos la suerte de que él mismo nos hable de su experiencia artística y vital
Una fuga metafórica sobre la mente y las máquinas
Texto de Velimir Vukicevic
El eje de mis estudios de posgrado en la Universidad de Arte de Belgrado fue la fusión de la pintura cerámica y la escultura cerámica en una obra coherente. En la mayoría de mis esculturas sigo explorando este concepto, aunque en formas diversas.
Convertirme en profesor de escultura cerámica supuso un punto de inflexión en mi desarrollo artístico personal. Fue entonces cuando comprendí que mi tarea esencial consistía en adentrarme en los distintos mundos creativos de cada estudiante y, junto a ellos, señalarles un camino posible. Como consecuencia, yo mismo me vi impulsado a cambiar y ampliar mis horizontes.
Mis primeras obras se enmarcan en una figuración romántica en mayólica, a menudo inspirada en mitos griegos. Las partes pintadas solían ser paisajes románticos de inspiración renacentista, con juegos de ilusión aérea. Posteriormente, al trabajar con gres y porcelana, me interesé más por las ilusiones ópticas geométricas y las formas orgánicas abstractas. Sin embargo, siento que incluso mis formas geométricas mantienen cierta cualidad romántica. Concibo mi trabajo como un juego lúdico, y no temo al cambio siempre que me aporte felicidad. Con el tiempo he creado un repertorio de signos estéticos útiles para ese juego imaginativo. Dibujando y pintando diversas formas tridimensionales, busco cuestionar nuestra percepción y plantear enigmas irresolubles: ¿lo que vemos es realidad o una hábil ilusión?
Para mí, el arte consiste en crear objetos con una fórmula propia, que hablen su propio lenguaje y generen un diálogo que antes no existía. Mi dedicación al trabajo es constante: me acompaña mientras corro, pedaleo, medito, veo una película o, antes de dormir, como una “nota de almohada”. Este proceso a menudo desemboca en resultados inesperados que llegan incluso a sorprenderme.
En el tipo de cerámica que realizo, la técnica debe acompañar con éxito a la idea artística; ambas son casi igualmente importantes. Nunca he tenido dificultades para decidir qué crear: la intuición siempre me ha guiado en la elección de los temas. El verdadero desafío ha sido, más bien, el proceso técnico.
Trabajar con cerámica implica numerosos pasos técnicos, a menudo exigentes físicamente. Los momentos creativos son breves en comparación con el proceso completo. He descubierto que disponer de varias formas prefabricadas para decorar de distintas maneras me resulta muy conveniente. A partir de un mismo molde puedo generar esculturas completamente diferentes, ya sea mediante la pintura o incorporando elementos plásticos modelados a mano.
Cuando inicié la serie “Cloud Factory”, no esperaba que el tema me ocupara tanto tiempo. Sin embargo, el proceso de crear y pintar estas piezas me ha resultado tan inspirador que sigo desarrollándolo mientras surjan ideas que me hagan feliz.
De cara al futuro, me pregunto cómo expandir las posibilidades: cómo crear esculturas de lo variable; cómo materializar y dominar el agua, el viento, el aire o incluso animales en movimiento. Reflexiono sobre cómo determinar el momento oportuno de detenerme y, al mismo tiempo, insinuar que el aire seguirá fluyendo y arrastrando partículas contaminantes, que el agua continuará ondulando, y que las nubes seguirán desplazándose y alimentando la imaginación.
Al capturar el aire en forma de nube, tengo la posibilidad de pintar en su superficie contenidos diversos: no solo insectos, aves u otras nubes, sino también objetos mecánicos imaginarios, fragmentos de naves espaciales desintegradas, partículas de polvo, virus, cañas de bambú y mucho más. Al enumerar estas posibilidades fascinantes, siento una urgencia, un deseo creativo de seguir trabajando.
Antes de comenzar, resuelvo de manera aproximada la composición de los elementos y su disposición. Organizo la superficie frente a mí e intento liberarme del mundo racional y de los clichés establecidos, para sumergirme en el disfrute creativo.
En ocasiones dibujo deliberadamente objetos demasiado pesados para flotar en el aire. O yuxtapongo formas geométricas mecánicas y rígidas con formas orgánicas. Para evocar emociones específicas, compongo formas, volúmenes y colores. A veces busco el drama; otras, la serenidad, una lluvia ligera o un viento tempestuoso. En ocasiones me dejo llevar por un ensueño, pero la mayoría de las veces permito que la obra marque su propio rumbo. Mi papel es acompañarla y acentuar esa atmósfera.
Mientras trabajo, juego con la percepción y con la fe en lo que vemos. Viajo ópticamente hacia la profundidad, a través del espacio y el tiempo, de rollos de papel, pirámides, nubes, cubos que atraviesan planos, escalando la escalera de las ilusiones de perspectiva y perdiendo el suelo bajo mis pies. Todo ello puede conducir a un mundo nuevo de jerarquías múltiples hacia el infinito y a la conciencia de que nuestra realidad es solo uno de muchos sistemas formales posibles. La ilusión de la percepción es, al mismo tiempo, una lección y una invitación a escapar o desmontar un sistema lógico. Como avanzar en espiral sin saber si nos acercamos al centro o si nos alejamos de él.
El título “Una fuga metafórica sobre la mente y las máquinas” es una cita del libro de Douglas R. Hofstadter
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