
Magali Kivatinetz en Bizen (Japón)
La ceramista Magali Kivatinetz comparte con nosotros su ambicioso proyecto de construcción de horno anagama en la masía Can Brull, en el Parque Natural del Montseny, donde se podrá aprender del maestro japones Taiga Mori, de la región de Bizen (Japón)
De Bizen a Can Brull
Por Magali Kivatinetz (MK Pottery Studio)
La idea de construir un anagama comenzó en Bizen, Japón.
Cuando llegué por primera vez a Bizen, no sabía muy bien qué esperar. Había oído hablar de su larga tradición cerámica, de su famosa arcilla, de sus hornos de leña que se encienden durante días. Pero lo que descubrí allí fue mucho más allá de la técnica: fue una forma de vida.
Era mi tercera vez visitando Bizen, pero la primera en que me quedaría más de un día. Esta vez iba a pasar cinco semanas trabajando junto a Taiga Mori, sin siquiera conocerlo ni saber exactamente cuál sería mi papel. Pero estaba lista, abierta y entusiasmada por comenzar un viaje que, sin saberlo, cambiaría mi vida por completo.
Taiga-san me recibió en su mundo con una generosidad enorme. Desde el primer día pude sentir su apertura, su curiosidad y su profundo respeto tanto por las personas como por la arcilla. Pertenece a una de las seis antiguas familias alfareras de Bizen, y al mismo tiempo forma parte de una nueva generación que mira hacia afuera, deseosa de compartir, de colaborar, de aprender de otras culturas sin perder sus raíces.

Magali Kivatinetz y Taiga Mori en la localización del futuro horno anagama
Mi colaboración con Taiga comenzó casi por casualidad, pero se ha convertido en una de las relaciones más significativas de mi vida, como ceramista y como persona. Trabajar a su lado cambió la forma en que entendía la cerámica. Ya no se trataba solo del objeto, sino del proceso, del ritmo del trabajo, de las pausas, del silencio, de las conversaciones entre hornadas y de las amistades que se tejen alrededor del horno.
Taiga tiene una fuerza tranquila; se mueve con propósito pero sin prisa. Lleva consigo el conocimiento de generaciones, pero no está atado a él. Escucha con atención, enseña con el ejemplo y hace que todos a su alrededor se sientan parte de algo más grande. Verlo trabajar, y ver cómo cuida de sus amigos y de su comunidad, me recordó lo que realmente significa la maestría artesanal.
Compartimos la creencia de que la cerámica puede ser un puente, una manera de conectar personas a través de culturas, lenguas y formas de pensar. En Bizen vi cómo utiliza su horno no solo para hacer piezas, sino para reunir a la gente: artistas, amigos, estudiantes, chefs, músicos. Es un lugar de intercambio, donde todos aportan algo a su manera.
¿Por qué un anagama Japonés en España?
Durante las largas noches que pasamos en Japón alimentando el fuego del horno de Taiga, me sorprendió y conmovió profundamente ver cómo el fuego en sí mismo se convertía en un imán para las personas. Los vecinos y ceramistas de pueblos cercanos venían solo para observarlo, sentirlo, participar. Era como si el fuego tuviera un poder magnético, algo antiguo e instintivo que atrae a la gente.
Alrededor del horno se respiraba emoción, calidez y pertenencia. La gente quería estar cerca, mirar, ayudar, compartir comida, ofrecer leña. Era un lugar de atracción, casi sagrado por su energía. Me di cuenta de que no se trataba solo de cerámica, sino de comunidad. El fuego era el centro, y las personas se reunían naturalmente a su alrededor.
Empecé a soñar con crear un lugar así en Europa, un espacio donde ceramistas de todo el mundo pudieran reunirse para experimentar esa misma magia. Claro que sería mucho más fácil construir un pequeño horno solo para mí, uno que pudiera manejar sola. Pero, ¿cuál sería el sentido de eso?
Lo que más me inspiró en Bizen fue el espíritu de colaboración: cómo la gente se ayuda mutuamente, comparte sus hornos e incluso coloca las piezas de otros dentro del suyo. Se crea una red invisible de cuidado y conexión. Cuando alguien enciende su horno, las piezas de sus amigos también están allí, así que todos tienen un motivo para cuidar del fuego. Y cuando llega el turno de otro, las mismas personas vuelven a ayudar. Es un ciclo de confianza, generosidad y responsabilidad compartida.
En contraste, en gran parte del mundo occidental, especialmente con la comodidad de los hornos eléctricos, hemos perdido ese sentido de comunidad. Cada artista atiende sus propias piezas, sus propias cocciones, sus propios tiempos. El trabajo se vuelve solitario. Ya no dependemos unos de otros, y en eso perdemos algo esencial: el sentido de pertenencia, de propósito compartido, los orígenes mismos de la cerámica.
Mi tiempo con Taiga-san cambió esa perspectiva. Verlo trabajar y ver cuánto se preocupa por sus amigos, cómo comparte sus recursos, su conocimiento e incluso su equipo para ayudar a otros, me recordó qué significa realmente la artesanía. Su comprensión de los hornos, su respeto por la tradición y su disposición a compartir su cultura con el mundo lo convierten en el compañero perfecto para esta aventura.
Taiga y la nueva generación de artistas de Bizen tienen la misión de abrir Japón al mundo, de compartir sus tradiciones, absorber nuevas ideas y ampliar su visión. Inspirada por ello me propuse crear un puente entre Japón y Europa, un espacio donde las personas puedan intercambiar conocimientos, experimentar y colaborar.

Taiga Mori cociendo su horno anagama en Bizen (Japón)
Can Brull
Después de diez años en Londres, llegó el momento para Mariano, mi compañero de vida, y para mí, de irnos y crear algo nuevo. Desde la pandemia, habíamos empezado a soñar con una vida más lenta, con menos ruido, menos prisa y más conexión con la naturaleza y las personas. La vida en la ciudad nos había dado mucho, pero estábamos listos para un cambio.
Después de muchas conversaciones largas, llegamos a una conclusión simple pero poderosa: queríamos crear un espacio donde amigos, familiares y creadores pudieran reunirse, un lugar para experiencias compartidas, curiosidad y exploración creativa. Queríamos construir un entorno donde las personas pudieran seguir sus pasiones libremente, sin preocuparse por los resultados. Para nosotros, se trata del viaje, no del destino.
Llegamos a un momento de la vida en el que ya no queríamos vivir como individuos persiguiendo metas separadas, sino como parte de una historia compartida, donde la generosidad, la creatividad y la conexión fueran el centro. Hemos trabajado mucho para tener el privilegio de crear este espacio, y lo usamos para apoyar a otros: pensadores, creadores y soñadores. Can Brull se convirtió en el hogar perfecto para esa visión.
Mis viajes a Japón también influyeron profundamente en esta decisión. Allí descubrí lo feliz que era viviendo a un ritmo más lento, en un lugar donde la comunidad estaba en el centro de todo. Esa experiencia se quedó conmigo. Quería recrear ese sentido de unión y propósito en Europa.
Can Brull se está convirtiendo poco a poco en un lugar donde la gente puede encontrarse, crear y pasar tiempo juntos; un espacio abierto y acogedor, donde las amistades crecen de forma natural alrededor de comidas compartidas, largas charlas y manos cubiertas de barro.
No se trata solo de programas o proyectos, sino de personas. De dar tiempo y espacio para conectar, para hacer, para pensar. Algunos vienen por unos días, otros se quedan más tiempo, y todos dejan algo atrás: una historia, una huella, una chispa de energía que permanece en el aire.

Notas y medidas para la construcción del nuevo horno
Somos ambiciosos y queremos que Can Brull se convierta en un lugar donde ceramistas, artistas y amigos de diferentes partes del mundo puedan venir, desacelerar y sentirse parte de algo más grande. Un espacio donde hacer cosas con las manos también nos ayude a construir vínculos; donde el trabajo, la vida y la amistad se mezclen de manera natural.
Un horno que construye comunidad
Durante las largas noches que pasamos con Taiga en Japón alimentando su horno, surgió la idea de construir un anagama en España. Parecía una continuación natural de ese mismo espíritu, una manera de extender el hilo invisible entre Bizen y Can Brull. Taiga aporta la sabiduría, el conocimiento y la tradición de su linaje; yo aporto el espacio, la energía y el deseo de abrir puertas. Juntos estamos construyendo algo más que un horno: estamos construyendo un puente entre mundos.
Para quienes no lo han vivido, un anagama es mucho más que un horno. Es un ser vivo, algo entre arquitectura, escultura y ritual. Requiere tiempo, atención y muchas manos. No es una máquina que se enciende y se apaga; es un diálogo entre personas, arcilla, madera y fuego.
En Japón los anagama se mantienen encendidos durante varios días, a veces una semana, con equipos de ceramistas que trabajan por turnos alimentando el fuego día y noche. Es agotador, impredecible y hermoso. Cada persona que toca el horno se convierte en parte del proceso. Los resultados nunca están completamente bajo control: el fuego decide, la ceniza pinta, la arcilla se transforma a su manera.
Esa imprevisibilidad es lo que lo hace casi humano. Requiere confianza, paciencia y colaboración, cualidades que a menudo faltan en nuestro mundo rápido e individualista. Un anagama no pertenece a una sola persona; necesita una comunidad para existir, y eso es precisamente lo que me atrae de él.
Cuando pienso en construir uno en Can Brull, no imagino solo una estructura de ladrillo y arcilla, sino un lugar que reúna a las personas: un punto de encuentro donde artistas, ceramistas, amigos y desconocidos puedan compartir una experiencia que no puede repetirse en solitario.
Durante una cocción, algo cambia. Las personas que llegaron como individuos comienzan a moverse en un mismo ritmo: alguien añade leña, otro remueve las brasas, alguien cocina, otro descansa, alguien cuenta una historia. El fuego los une. Se convierte en un reflejo de la comunidad misma: impredecible, frágil, viva.
Para mí, eso es lo que la cerámica debe ser: no una práctica solitaria, sino un viaje colectivo. Un regreso a las raíces del oficio, cuando hacer piezas no era solo sobre el objeto, sino sobre las personas que se reunían alrededor del fuego.
El anagama que construiremos en Can Brull es un símbolo de esa filosofía, un puente entre Oriente y Occidente, entre tradición y experimento, entre soledad y compañía.
Es un lugar donde todos los que se acercan al fuego dejan una huella: en las piezas, en las paredes del horno y en los demás.

Horno anagama-noborigama de Bizen (Japón)
Mirando hacia adelante
En marzo de 2026 comenzaremos la construcción del anagama en Can Brull.
Se siente como un comienzo y una continuación al mismo tiempo, el momento en que todas las conversaciones, dibujos y sueños finalmente empiezan a tomar forma en arcilla y ladrillo.
El plan es simple: lo construiremos juntos. Amigos, ceramistas, estudiantes y cualquier persona curiosa podrá unirse al taller y aprender a construir un horno anagama. Algunos cortarán madera, otros mezclarán arcilla para los ladrillos, otros ayudarán a moldearlos y apilarlos. El proceso será lento, físico y comunitario, tal como el espíritu del propio horno.
Taiga-san dirigirá la construcción y nos guiará en el diseño, trayendo el conocimiento de generaciones desde Bizen a este nuevo paisaje. Será el director de una orquesta donde cada sonido —o cada ceramista— encontrará su ritmo para crear la melodía perfecta. A su alrededor, un grupo de ceramistas japoneses viajará para unirse al proyecto, trabajando codo a codo con creadores europeos. Será un encuentro de mundos, un verdadero intercambio de técnica, filosofía y cultura.
Una vez que el horno esté listo, comenzaremos un nuevo ritmo en Can Brull: cocciones estacionales, talleres y momentos de encuentro. Cada cocción será un evento, no solo para ceramistas, sino para cualquiera que quiera experimentar lo que significa vivir alrededor del fuego durante unos días.
Mi ilusión es que estos encuentros creen vínculos duraderos, entre Japón y Europa, entre tradiciones y experimentos, entre quienes crean y quienes simplemente vienen a observar.
Este proyecto no trata solo de construir un horno; se trata de construir un puente, un espacio donde las ideas, las culturas y las personas puedan encontrarse. Un lugar donde el conocimiento viaje en ambas direcciones.
Deseo que Can Brull se convertirá poco a poco en un punto en el mapa, un hogar para el fuego de leña, el diálogo y la curiosidad. Un lugar donde Oriente y Occidente sigan aprendiendo uno del otro.

Fuego, barro y comunidad
Cuando pienso en todo lo que me llevó hasta este momento —las cocciones en Bizen, las largas charlas con Taiga, la mudanza a Can Brull, las personas que ayudaron en el camino— todo se reduce al mismo elemento: el fuego.
El fuego siempre ha reunido a las personas. Desde tiempos antiguos ha sido el lugar donde comienzan las historias, donde cocinamos, creamos y nos damos calor. Alrededor del fuego desaceleramos. Escuchamos. Compartimos. Nos recuerda que nos necesitamos unos a otros.
Construir este anagama es mi manera de honrar eso. No se trata solo de cerámica o de oficio, sino de reconstruir un sentido de conexión que cada vez parece más raro; un regreso a algo más antiguo y más simple, algo humano.
Cada horno, cada cocción, cada pieza que sale de las cenizas lleva las huellas de todos los que estuvieron allí. El fuego nos recuerda: nuestras conversaciones, nuestras risas, nuestros errores, nuestra paciencia. Y quizá eso es lo que más me gusta de este proceso: nada es realmente mío. Es compartido, es comunitario.
En Can Brull queremos mantener vivo ese espíritu: crear un lugar donde las personas puedan reunirse, aprender unas de otras y dejar una pequeña parte de sí mismas. Un espacio donde la arcilla, la madera y el tiempo se encuentren, y donde la comunidad se cueza, una y otra vez.

Interior de una gran horno anagama

Cuenco de Taiga Mori

“Tokkuri” (botella para servir el sake) de Taiga Mori

Vaso facetado de Taiga Mori

Vasija de Taiga Mori

Bandeja de Taiga Mori con las marcas de la ceniza producida durante la cocción

Vasija con tapa de Taiga Mori
Infocerámica agradece a Magali Kivatinetz, por la la ayuda prestada para la realización de este artículo
Si quieres seguir leyendo artículos como este, apóyanos haciéndote socio de Infocerámica

