Residencias Artísticas - Centro de Arte de La Cepeda 2025

Dylan Bowen

by Infocerámica

Piezas de cerámica de Dylan Bowen

En ocasiones la belleza se esconde en la sencillez: un barro rojo, tres engobes y dos esmaltes sirven a Dylan Bowen para renovar sin traicionar la centenaria tradición europea de la alfarería con engobes y esmaltes de baja temperatura

La tradición renovada del engobe y el esmalte.

Dylan Bowen

Trabajo con loza decorada con engobes en un taller a las afueras de Oxford, que comparto con la ceramista Jane Bowen. Llevo aquí unos 25 años, trabajando con los mismos materiales básicos, estrechamente relacionados con los utilizados en la loza tradicional decorada con engobe: tres engobes —negro, blanco y verde—, y dos esmaltes —uno transparente y otro color miel. Utilizo una arcilla terracota roja estándar, a veces con chamota, tanto para piezas torneadas como modeladas a mano. Produzco una gama reducida de formas que están en constante cambio y evolución: fuentes, cuencos y algunas piezas más escultóricas. Me sorprende lo lentamente que evolucionan las formas y las decoraciones, aunque los procesos de creación y aplicación de los engobes me resultan rápidos, dinámicos y llenos de acción.

Creo que lo que realmente me fascina —y obsesiona— es cómo se despliega el proceso creativo en tiempo real: los momentos en que las propiedades inherentes de los materiales, la maleabilidad de la arcilla y la fluidez del engobe se encuentran con mi enmarañado conjunto de ideas, influencias e intenciones. Ese encuentro suele marcar el inicio de algo nuevo, algo que me invita a seguir un camino desconocido.

Aunque muchas de mis piezas giran en torno a motivos recurrentes, en cada repetición hay potencial para el descubrimiento, incluso en los detalles más mínimos. La obra evoluciona a partir del diálogo constante entre el control y la espontaneidad. En términos más prácticos, cuando las capas húmedas de engobe se combinan —aplicadas desde una cánula suspendida sobre la superficie con un ángulo y velocidad que nunca son iguales—, cada trazo resulta único. Esto se suma a mi intención, casi a mi estado de ánimo. Con la arcilla sucede lo mismo: incluso cuando repito una forma ya conocida, intento encontrar caminos nuevos, por pequeños que sean, y dejar que las cosas sucedan si aparece algo valioso. Hay control y propósito, pero también busco un componente que pueda sorprenderme, para bien o para mal.

Siempre he producido mucho trabajo. Estaba convencido de que, a través del hacer constante y el avance continuo, evitaría el exceso de elaboración y vencería cualquier atisbo de preciosismo. Quería alejarme de la carga de significado como forma de permitir que la obra surgiera con más espontaneidad y menos autoconsciencia. Hoy ya no estoy tan seguro de haber tenido razón; hay piezas que ahora revisito muchas veces, ajustando, reformulando, interviniendo hasta que encuentro lo que busco o, tras un enfrentamiento físico con el barro, alcanzamos juntos algo nuevo y emocionante. Después de tanto tiempo trabajando, intento no imponerme reglas. Solo busco hacer lo que sea necesario para que la pieza funcione, o al menos darle una oportunidad.

Crecí en Shebbear Pottery, en North Devon. Mi padre, Clive Bowen, todavía vive y trabaja allí. Lleva más de cincuenta años produciendo loza funcional decorada con engobe, utilizando un gran horno de leña que él mismo construyó. Por parte de mi madre, Alison, hay también muchos alfareros: mi bisabuelo, mi abuelo, tíos y primos. El barro corre por la sangre. Intenté evitar el oficio familiar, pero acabé siendo aprendiz de Clive antes de ingresar en la Camberwell School of Art para estudiar Cerámica. Tuve el privilegio de aprender de maestros como Richard Slee, Gillian Lowndes, Colin Pearson y Carol McNicol, entre otros —oportunidades que, debo admitir, no supe valorar del todo en ese momento.

Durante algunos años anduve buscando mi camino, hasta que unos trazos al azar —engobe húmedo sobre húmedo— parecieron abrir una puerta para mí. Fue algo muy simple, pero algo cambió, y sentí que por fin tenía un punto de partida. Creo que eso conecta con mi necesidad constante de hacer. Siento que empecé tarde, y que aún hay mucho por hacer. No siempre sé qué, pero está ahí, esperándome. Incluso ahora, mientras escribo, una parte de mí está en el taller, frente a una nueva pieza de arcilla. ¿Qué será lo siguiente? La compulsión de volver al proceso, de colaborar con los materiales, es lo que me impulsa. Al final, la pieza terminada parece casi incidental, un subproducto de algo mucho más potente: el acto de hacer en sí mismo.


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www.dylanbowen.co.uk

@dylanbowenceramics


Se prohíbe el uso de texto y las imágenes de este artículo, que se publican en Infoceramica exclusivamente para la promoción de la obra del artista, queda prohibida su reproducción sin permiso expreso. Infoceramica agradece a Dylan Bowen por la ayuda prestada para la realización de este artículo.


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