Una semana he tardado en ponerme a contar algo sobre la Feria de Cerámica de Ponferrada y Embarrarte. No es falta de ganas, simplemente no he encontrado el momento. La feria, como parece ser lo habitual últimamente, fue un poco floja de ventas, solo uno de los ceramistas me comentó que no iba mal del todo…, otra frase que me dijo alguien fue “hay mucha gente, pero, ¿ves que lleven bolsas en la mano?”. Y es cierto, la feria de Ponferrada, que todos coinciden en que es una “de las buenas”, en cuanto a ventas y ambiente, se llena por momentos, pero no parece que se venda demasiado, habrá que seguir trabajando y esperar tiempos mejores (otra frase repetida en cada puesto).
Junto a la feria se celebra “Embarrarte“, que desde hace años lleva aportando otra visión de la cerámica y que tiene su importancia en mostrar a las miles de personas que pasan por allí que existe otra cerámica. También Embarrarte ha notado la crisis, o la falta de dinero, pero gracias a los organizadores se mantiene vivo este espacio en el que se muestran procesos y maneras alternativas de entender el trabajo con barro.
En esta ocasión, Andrés Oslé hizo cocciones de rakú, con lanzamiento de bolas de cerámica a través de una rampa incluidas, y la cocción de su “horno cohete”, en el que se cocieron varias piezas en tiempo record.
El escultor leonés Amancio González realizó, con la colaboración realmente imprescindible de varios ayudantes, entre ceramistas, estudiantes de la Escuela de Cerámica de Ponferrada y alfareros participantes en la feria, de un torno monumental (1,80 de alto), realizado en una sola pieza.
También se aprovechó la feria para instalar un mural de cerámica realizado por Mª Jesus Sherif y Teresa Lima, profesoras del Cencal, de Caldas de Rainha (Portugal).
Mi conclusión de esta visita es que hay que hacer un homenaje a quienes mantienen estos eventos en marcha, en este caso es el ceramista Gerardo Queipo, que además tiene, hasta el 15 de octubre, una magnífica exposición en el Museo Arqueológico de Cacabelos, a pocos kilómetros de Ponferrada.
Quienes mejor podrían hablar son los participantes, pero visto desde fuera, da la impresión de que las ferias de cerámica están cada vez más asediadas, por un lado la administración las considera, cada vez más, simplemente como un mercado, susceptible de recibir la visita de burócratas pidiendo recibos, listas de precios, facturas, etc. Por otro lado, existe poca sensibilidad hacia la auténtica artesanía como muestra cultural, y se programan al mismo tiempo otro tipo de ferias de dudoso valor, con revendedores, artículos de “manualidades” o directamente de “todo a cien”, ferias “medievales”. Esto añade confusión, ya que el visitante no tiene por qué ser un entendido, y de esta forma no descubrirá nunca el valor añadido de la pieza de artesanía realmente trabajada con oficio.
En fin, una cierta sensación de volver a la “casilla de salida”, a pelearnos por el reconocimiento, a autogestionarnos. Quizá los alfareros tengan que empezar a llamarse “design makers“…
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