Hace unos días estaba dando una vuelta por Madrid y pasé por la Cuesta de Moyano, un sitio típico en el que buscar libros usados, de oferta y “de lance”. Allí encontré un grueso volumen de 310 páginas, edición de lujo encuadernado en tela y formato grande (28 x 25 cm), por un precio que no diré por si alguien lo tiene a la venta, pero que me hizo imposible irme sin comprarlo.
El libro es el catálogo de una exposición celebrada en el Museo Nacional de la Prefectura de Aichi, Seto, del 21 de marzo al 25 de septiembre de 2005. Cuenta con ensayos de Marylin McCully, Michael Raeburn, María Antonia Casanovas y Tomohiro Taguchi.
El ensayo de este último autor es especialmente interesante, ya que cuenta interesantes anécdotas de la relación de Picasso con la cerámica japonesa, y de la forma en que ésta se conoció en el entorno del arte francés del siglo XX. Es curioso pero a pesar del contacto directo, parece ser que Picasso jamás hizo declaraciones sobre la cerámica japonesa, para extrañeza de algunos de sus interlocutores, como el ceramista japonés Rosanjin: “Aunque Picasso me conocía como ceramista del Japón, no preguntó nada sobre cerámica (hablaba sólo de sus propias obras)”.
En una entrevista que concedió al artista de vanguardia Taro Okamono (1911-1996), que también trabajó en cerámica, Picasso habló sobre la pintura sumi, y le enseñó un plato de cerámica en elque había dibujado unas líneas que, por mero azar, parecían un carácter japonés, un kanji. Okamono le comentó que se podía leer como la palabra japonesa RAKU, que significa algo así como bienestar, a lo que Picasso respondió: “Tiene sentido ¿verdad que sí?”
También habla de la importancia de la cerámica de Picasso en Japón, que según el autor fue bastante más importante de lo que conocemos y que supuso un momento de inflexión en el ambiente artístico de Japón, entre otras cosas porque se tuvo consciencia de que podía existir el arte de la cerámica en baja temperatura, un hecho que era muy controvertido en Japón.
La selección fotográfica del catálogo es impresionante, teniendo además el atractivo extra de la comparación de las piezas de Picasso con piezas tradicionales e históricas de todo el mundo, lo que me ha hecho ver que Picasso fue un gran conocedor y estudioso de las diferentes tradiciones. No en vano la exposición se llamó “Picasso, cerámica y tradición”.